Se consume cruda, en ensalada, y frita o guisada de manera diversa.

Las raíces se utilizan cocidas en guisos, de manera similar a escorzonera.

Las raíces de los salsifíes deben consumirse en su primer invierno.

Su sabor recuerda en cierta medida al del espárrago.

Al igual que otras hortalizas, su contenido de agua es elevado y aporta poca energía, principalmente a expensas de su contenido de hidratos de carbono.

Destaca su contenido de fibra, vitamina C y de minerales tales como el calcio y el hierro.

Crudo y frito puede ser algo indigesto, pero bien cocido, es un alimento de fácil digestibilidad indicado para quienes sufren de digestiones difíciles (dispepsia), problemas de aerofagia (exceso de gases), niños o personas mayores.

Por su elevado contenido de fibra es muy recomendable para quienes padecen de estreñimiento.

Por su bajo valor calórico, indicado para quienes deben realizar una dieta de adelgazamiento.

De escaso valor nutritivo, pues solo proporciona 18 calorías por cada 100 gramos es muy indicada en los regímenes de adelgazamiento.

Se emplea así mismo en la elaboración de sopas, ensaladas y una gran diversidad de platos (fritos, estofados y guisos). Para ello, inicialmente se han de retirar las puntas y las barbas de las raíces. El resto se ralla y se le añade zumo de limón para evitar que se ennegrezca.

El agua en la que se han cocido los salsifís es excelente contra la gota, reumatismos y enfermedades de la piel. Se toma un vaso diariamente en ayunas.